jueves, 12 de febrero de 2015

Caminos de plata.

 La reina paseaba por el bosque, acariciando los troncos de los altos árboles que se mecían en la quietud de la noche.
Elrhir estaba sereno, en paz a simple vista, pero el corazón de su reina estaba algo confundido, se encendía y apagaba intermitentemente, como si fuera una montaña rusa y no supiera que sentir.

 Volvían a nacer esas flores brillantes, volvían esas especie de "luciérnagas" a volar por el lugar, volvían las antorchas de los caminos a brillar y se veían los ojos de los lobos entre los arbustos.
Todo se movía a su paso, como si la hubieran estado esperando, como si la vida volviera con ella.

 La hacían feliz, la hacían sentir que aún merecía la pena luchar.
Nahedros estaba junto a ella, caminando, siempre un paso por detrás y con una forma humanoide pero al mismo tiempo indistinguible, pues no se podía apreciar rostro alguno.

 Habían caído perlas las noches anteriores, perlas azul celeste que habían alimentado la flora y habían ayudado a la tierra, humedeciéndola.

 Kenthiray se llenaba de energía cada vez que paseaba por sus tierras, un cosquilleo le subía desde las manos hasta el lugar más recóndito de su pecho, llenándola y haciéndola sentir que era importante y valiosa, brillante y delicada, como una piedra preciosa.

 Nahedros le había hablado, siempre con ese tono paternal, lleno de firmeza, sabiduría y cariño.

 —El espíritu es lo que te hace moverte, si dejas de lado esto que te llena, que espiritualmente te sacia, siempre sentirás que te falta algo, un hueco dentro de ti que no podrás llenar así como así.
Un hogar no sólo es un refugio, es aquel sitio donde guardas todo lo que temes, amas y valoras, por lo tanto, si lo descuidas, también descuidas todo eso. Y ahora, aunque te cueste, mantén una rutina, te estamos ayudando... Ayúdanos tu a nosotros.

 La joven escuchaba, empapándose de esa voz que parecía venir de todos lados y de ninguno al mismo tiempo, miraba al suelo, intentando asimilar que había fallado, por segunda vez, a su hogar.
No era buena con esas cosas y lo más mínimo la perturbaba, haciendo que se encerrara en si misma y alejando todo de ella.
Si bien era cierto que se había dado cuenta, era el momento de remendarlo. Alzo la vista y se encontró de bruces en los caminos de plata que conducían al Templo de la Luna, ese lugar que la llamaba constantemente.

 —Es hora de que camines sola, disfruta el paseo. —acto seguido se vio caminando entre antorchas y esa especie de "luciérnagas" que habitaban todo Elrhir. Caminaba inconscientemente y de manera pausada, como si el tiempo fuese más lento y todo adquiriera un tono verde azulado.

 Llegaba la hora de meditar y de recolocar su interior.


2 comentarios:

  1. Muy bueno, me encanta lo que dice Nahedros ^^

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    1. Muchísimas gracias. <3
      Pues verdades como templos de grandes, la verdad. :3

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