miércoles, 3 de diciembre de 2014

Kenthiray.

Se acabó.
Entró por los pasillos del castillo, vestida de blanco y rojo.
Nadie le negó la entrada, es más, dos guardias se pusieron a sus espaldas, tras ella, mientras caminaba rauda por los pasillos, levantando las manos y haciendo arder todas las antorchas del lugar. Luz, a este lugar le hacía falta luz.
Un lobo la acompañaba, gris, tan rápido como ella, pero no tan ansioso.

Dioses, cuanto tiempo había pasado desde la última vez...

Entró en una sala grande, con una gran mesa en el centro. -Mapas, ya. Y rápido.
-"Habla y se comporta cómo una autentica reina". - Pensó el Lobo.
A su vez se convirtió en un muchacho, alto, atlético y la miró, estudio cada gesto de su rostro. Éste estaba crispado de rabia aunque sereno pero alerta. Él sabía que era cuestión de tiempo que pasara algo así.

Dos guardias llegaron con unos mapas de grandes dimensiones que dejaron delante de Kenthiray y se retiraron a sus posiciones.
-¿Qué piensas hacer? ¿Jugar? Aún es pronto para esto. -dijo el muchacho.
-Lo sé, pero hay que estudiar el bosque, estar preparados, no quiero que me coja de sorpresa como la otra vez, ni siquiera estaba bien ese día ni con suficiente energía, si no hubiese sido por él... -la joven apretó los puños contra la mesa.- Y le puse en peligro... No. No pienso dejar que le hagan daño a nadie y menos en mi territorio.
Un brillo amarillo le cruzó rápidamente los ojos que miraban el mapa abierto en la mesa con asombro y cariño.
-Es mi hogar. Tu mejor que nadie sabes lo que siento por este lugar.
-Precisamente por ello creo que deberías relajarte. Ya has entrado, ya están todos en sus puestos, los lobos están en posición... No te preocupes. Guarda fuerzas.

Ella caminó unos pasos y se dejó caer en una gran silla. Frotó sus ojos, cansados, no solo de mirar hacia todos lados si no de pensar... Pensó que a veces pensaba demasiado y se echó a reír por esa estúpida ocurrencia, pensar... Odiaba darle tantas vueltas a las cosas y sin embargo nunca dejaba de hacerlo por más que quisiese.

-Vete.- dijo al fin. -Vete y sigue con tu trabajo, te necesitan ahí afuera. Yo estoy bien, sabes que siempre lo estoy.- El chico inclinó la cabeza volviendo a su estado animal y salió corriendo.

-"Hoy toca pasear".- pensó.

Y se desvaneció dejando el salón tal y como estaba, esperando su regreso.

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