miércoles, 7 de agosto de 2019

Pozo.

Poco a poco, sentía la oscuridad a su alrededor.
Sabía que no sería nada que no pudiera superar, lo había hecho antes y con cosas peores, pero aún así, sentía que se hundía cada vez más, lenta pero inexorablemente.

Sentía que su ropa se había roto en la caída, que su vestido rojo estaba hecho jirones y que, en algún momento que desconocía, su corona se había perdido, dando rienda suelta a la melena negra que voloteaba, arremolinándose en su rostro, ahora pasivo ante la situación.

—"No debo dejarme caer, no debería darme igual...Pero me da igual. Estoy cansada, sólo un poco más, luego me levanto... Lo prometo..."

Y mientras estos pensamientos surgían en la cabeza de la Reina, todo estaba en alerta, sólo que ella no lo notaba, pensaba que daba igual, que si le pasaba algo no importaría demasiado, que nadie creería que le fuera a ocurrir a ella... Y con esos pensamientos la oscuridad se hacía más espesa y profunda.

Kenthiray veía la salida, veía la luz, no estaba lejos, sabía que si tomaba el suficiente impulso o desempolvaba sus alas lograría salir, pero sus alas hacía mucho que no volaban, hacía mucho que no sentía la necesidad de desplegarlas... Y aunque las notaba latir, se negaba.

Recordó la noche anterior, recordó lo que oyó, estaba empezando a sentir mil voces en su cabeza, hablándole para que no se hundiera más, empezo a ver de nuevo lo que hacía años que no veía... Sus guardianes seguían ahí, Ella también estaba y Él, cómo no... Había mucha "gente" congregada alrededor de ese pozo que ella no esperaba, no porque pensara que no la quisieran, si no porque pensaba que ellos habían decidido que ya no era necesaria su presencia... Pero sí que lo era y gritaban su nombre, no todos, los más jóvenes sólo, pero era suficiente para que ella lo oyera.

—"Lo sé... Pero no puedo, no tengo fuerzas, ahora mismo no..."

Kenthiray sentía que estaba levemente atada, que no podía moverse, le pesaba el cuerpo, le dolían las extremidades, era una sensación horrible y a la vez sentía apatía. No era normal, pero tampoco le daba mucha importancia a eso.

—"Quizá, si cierro los ojos, se acabe antes..."



[Continuará...]

domingo, 7 de julio de 2019

¿Noche?

 —Creo que no es de noche, ¿sabes? Creo que la oscuridad no se ha ido por completo. En Elrhir nunca anochece.
La joven estaba recostada al lado de Nahedros y el Lobo Alpha la acompañaba. Una pequeña fogata calentaba su cuerpo mientras observaba a los kodamas de las ramas.
—Parece que el bosque ha perdido el color, echo de menos que sea verde esmeralda... Este gris no me gusta, solo anuncia problemas.
El Lobo la miro comprensivo, sabía que la muchacha tenía miedo. Acercó su cara a la de Kenthiray y la rozó, mimoso, mientras la joven le acariciaba el pelaje del cuello.
Ella se dejó invadir por la paz que el maravilloso ser desprendía.
Sabía que era un Lobo fuerte, luchador, un gran líder, pero con ella actuaba de una manera cariñosa, una forma de actuar que la hacía sentir cómoda y protegida.
Eso y que Nahedros le permitiera pasar la noche bajo su custodia hizo que se sintiera segura. Parecía que en esa parte del bosque la oscuridad aún no había hecho acto de presencia. 
Aunque el aura gris estaba presente, las flores y las plantas de alrededor del Gran Árbol brillaban como fluorescentes. Campanillas violetas refulgian y titilaban como hadas. Verdes y azúles también se distinguían en los colores de los arbustos cercanos. Parecían hablar entre ellos con cada destello emitido, era realmente precioso y alentador.
—Mañana reúne a los lobos. —dijo la chica adormilada, recostándose sobre una raíz que parecía una cómoda almohada, como si la hubieran puesto ahí a propósito. No quería dormir, pero se sentía atraída por la comodidad y el calor del fuego—. Hay... que vigilar... el bosque. —bostezó y se acurrucó, mientras, el Lobo volvió a posicionarse tras ella en modo protector, pegándose a su espalda.
—Descansa, pequeña. —susurró una voz. Y Kenthiray se quedó plácidamente dormida.

lunes, 1 de julio de 2019

Recuerdos.

Y allí estaba la reina, sentada en su butaca favorita, la de sus aposentos. Era roja y dorada cómo los ropajes de ella, siempre rojo, dorado... Y negro.

La joven monarca estaba enfrascada en un gran libro tambien encuardenado en rojo, en una tela aterciopelada y con ribetes dorados. En la tapa del libro se podía leer "Historia de Elrhir" en un negro gastado pero aún marcado.

—Ha pasado tanto tiempo, viejo amigo... —dijo para si misma Kenthiray, pues estaba sola en el cuarto y le daba la sensación de que hasta en el propio castillo, pues no se oía nada, nada en absoluto... Quizá todos sabían que ella también necesitaba tiempo a solas de vez en cuando.

Largo era el tiempo que había pasado sin entrar en su Hogar y la nube de la nostalgia hoy nublaba su mirada. Pasó las hojas, releyendo relatos que ella misma había escrito pero que recordaba de forma vaga. Había muchas hojas en blanco que aún no habían sido ni siquiera empezadas, pero ella sabía que poco a poco la historia, ahora distinta, se iría escribiendo sola.

Miró por la ventana, el sol refulgía con fuerza y el cielo azul hacía que todo pareciera vivo, hasta el aire que entraba por dicha ventana. Kenthiray sonrió y dejó el libro sobre la mesita frente a la butaca, se levantó y salió al balcón, respirando profundamente.

—Por fin... Por fin estoy en casa...—murmuró, sonriendo más aún.