domingo, 23 de noviembre de 2014

Lobos.

Elrhir se estaba convirtiendo en una especie de refugio para todo tipo de lobos.
Había mandas desde las nevadas montañas del este hasta el castillo en el oeste. De norte a sur, desde el Lago de Cristal hasta el Templo de la Luna.
Kenthiray sentía la fuerza de las pisadas en el suelo, como corrían bajo las órdenes del gran Alpha buscando cualquier tipo de anomalía, veía sus ojos amarillos las noches oscuras, los sentía a su alrededor, a cierta distancia, protegiéndola.
Esperaban cualquier señal de peligro para lanzarse y atacar bajo sus órdenes.

Hacía días la joven de pelo oscuro había reforzado la barrera, había una gran muralla de hielo guardada por guerreros. Querían entrar, pero el fuego se lo impedía, ¿quienes eran?
La oscuridad acechaba y ella la sentía. Recorría su cuerpo, buscando un hueco para colarse en su corazón, pero ella ya no tenía miedo, ya no se sentía débil, indefensa y desprotegida. Era fuerte.

Abrió sus alas, una de hielo y otra de fuego y voló hasta llegar a Galadriel que estaba en posición, vigilando el noreste, donde estaba el volcán que la muchacha había hecho entrar en erupción sin querer. No paraba de manar lava de sus entrañas. Yunhir los rondaba, inquieto...

-Ya sabes lo que tienes que hacer, Galadriel, no van a pasar. - El "ángel" no dio respuesta, como solía hacer. Se limitó a volar, espada en mano.

Ella misma estaba confusa, estaban ahí pero no los podía ver, solo los sentía, amenazantes, esperando a la señal que debía darles su amo. Eran simples esbirros, pero eran fuertes.

Debían estar preparados para la batalla que se avecinaba, debía ir a hablar con los centauros. De hecho debió hacerlo hace mucho.
Se dirigió a la parte oscura del bosque, esa que estaba cruzando las estepas guardadas por los caracales rojos y el lince.

Los centauros preferían esa parte del bosque, sin tanto animal ni tanto bullicio.
Ahora quedaba esperar al líder...

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