miércoles, 22 de octubre de 2014

Agua dulce.

Estaba cansada. Los últimos días habían sido agotadores y las últimas noticias habían hecho que su mente fuera un torbellino de pensamientos.
Necesitaba un descanso y una renovación de energía.

Caminó, no durante mucho tiempo. Había unos helechos enormes, tanto que llegaban al suelo, frente a ella. Eran del mismo tono esmeralda que el resto del follaje.
A su paso, las plantas se abrieron en un abanico que refulgía verde y dorado, dando paso a un lago rodeado de piedra, plantas y pequeñas motas doradas que a simple vista podían parecen luciérnagas... Pero como todos sabéis, en Elrhir nunca anochece.

Se quitó la túnica, dejándola caer, formando una media luna a sus pies. Luego le tocó el turno al vestido. Este se deslizo por su piel tostada llegando al suelo y llenando la media luna, ahora estaba llena.
Sus pies descalzos caminaron armoniosamente hasta el borde de la roca más próxima al agua, respiró hondo, cerró los ojos y se zambulló en el Lago de Cristal.

El agua era fría, pero su frescor no era de esos que te hacen tener frío, es un frescor que te invade el alma, te cura las heridas internas y despeja tu mente.

Su cuerpo desnudo buceó hasta el otro extremo del lago donde había una cascada. Su silueta se veía perfilada bajo el agua y su melena negra ondeaba como pequeñas olas tras su cabeza. Salió del agua tomando una bocanada de aire, como si hubiese vuelto a la vida y fuera el primero que le entraba en los pulmones. Sonrió para si, esto estaba mucho mejor.
Se dejó reposar en una piedra, esta hacía que sus hombros quedaran fuera del agua y un rayo de sol juguetón le dio calor en el rostro. Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se dejó mecer por el vaivén del lago, escuchó el agua caer, la quietud del bosque y algún que otro pajarillo cantarín.

El agua, de un tono verdoso debido al reflejo de la vegetación, empezó a refulgir con brillos dorados, pequeños rayos de vida que hacían sentir cosquillas a Kenthiray.
Ella volvió a nadar, esta vez boca arriba, mirando al cielo por la pequeña rendija que daba paso a la luz del sol y vio a Yunhir sobrevolar los árboles como una sombra fugaz. Se sintió tranquila, la tarde prometía estar serena. Al menos de momento...

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