lunes, 19 de octubre de 2015

Luna.

 Vagaba por el bosque sin rumbo fijo, echándose la culpa de todo, sintiendo que aunque todo parecía estar en perfecta armonía, había cambiado hasta la más pequeña rama de los arboles que comenzaban a nacer.
 La Luna llena se alzaba en el cielo y aún así estaba oscuro, carente de color, casi de vida, como mustio, como si sólo fuera una sombra de lo que había sido.

 "¿Una sombra?", corrió, se adentró en el corazón del bosque y abrió el suyo propio. Allí estaba, frente a ella; alto, brillante, puro y hermoso como siempre había estado.
La joven pensó con una sonrisa en los labios que, gracias a los Dioses, eso era lo único que siempre permanecía intacto cuando todo iba mal.
 Esa canción que ahora sonaba era la que había estado oyendo en su cabeza todo el día.
Se adelantó un paso, cruzando el aura azulada que protegía el Templo y respiró aliviada al ver que aún la reconocía.

 —Los hijos de la Luna siempre serán reconocidos por ésta, Kenthiray.

 La reina agachó la cabeza en señal de respeto hacia la voz femenina que le hablaba. Elune en persona había accedido a verla, es más, parecía deseo suyo que la muchacha estuviera ahí.

 — ¿Erais vos quien me llamaba, Madre?

 — ¿Quién si no? —respondió la mujer con una sonrisa—. Me pediste ayuda y vengo a concedértela, sé que me necesitas y una madre siempre está para sus hijos.

 —¿De verdad merezco esta ayuda después de mi ignorancia?

 — Todos podemos pecar de ignorantes alguna vez, pequeña. Aún te queda mucho por aprender y un largo camino por recorrer. Los senderos del destino no son fáciles y sólo el Gran Señor sabe que te depara el futuro. 

 Lágrimas corrían por el rostro de la joven, que no era capaz de levantar la cabeza. Sintió una mano fría, pero no de un frío helado, si no más bien cálido, rozarle la mejilla.

 — No llores, mi niña, no es el final, a penas está comenzando y te vas a tropezar muchas veces más, pero eso no significa que no vayas a poder levantarte, además, tienes alas, el día que sientas que no puedes usar las piernas, vuela.

 — Madre, ¿cómo arreglo esto? ¡Es un caos!

 — Después de la tempestad viene la calma. Simplemente se paciente y ten corazón para ello. No estás sola, recuerda, pero no va a pasar nada, me encargaré de que este asunto esté zanjado y de que puedas empezar de cero sin ninguna preocupación. Os tendré a todos bajo mi velo hasta que ya no lo considere necesario. Ahora descansa y sé fuerte, mañana es otro día, mañana comienza de nuevo tu reinado, Loba.

 Tras estas palabras dejó de sentir esa mano que la llenaba de paz y la caricia de la Madre Luna pasó a ser un simple recuerdo.

 Las luces de la estancia volvían a ser tenues y ella se dio cuenta de dónde estaba. El mármol brillaba con la luz de las antorchas y era hora de dormir, hoy pasaría la noche en el Templo de la Luna, al resguardo de Elune.
Se acostó en el suelo, porque antes que reina era Loba y las raíces son algo que jamás se olvida. 

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